19 noviembre, 2007
15 noviembre, 2007
Nueva Orleáns
Estoy recién llegado de un viaje rodado por el sur de los Estados Unidos. He pasado por Georgia, Alabama, Mississippi y Louisiana pero el objetivo principal era visitar Nueva Orleáns. Tenia una idea preconcebida que no andaba muy lejos de lo que he visto aunque presuponía que a estas alturas, después de dos años desde Katrina, N.O. estaría bastante mas recuperada de lo que está. Nada más lejos de la realidad. Es triste ver a una ciudad que en su día fue alternativa en lo comercial a Nueva York y la primera linea de vanguardia en lo musical esté como está. Por dar algunas pistas he visto centros comerciales enteros completamente abandonados, lugares de aparcamiento cuya hierba sobre asfalto podría competir con la del del Camp Nou, iglesias a la venta y hasta un desolador parque de atracciones fantasma en donde no rueda una noria desde que aquel terrible huracán devastara la región. Y es que N.O. ha perdido entre pitos y flautas la mitad de su población y de ahí su declive en lo económico motivado más por esto que por la devastación del Katrina en sí. Es obvio que su recuperación no es ni será interés primordial de Washington pero creo que acabará levantándose lentamente por medio de su sociedad civil, fortísima en los Estados Unidos. Una vez dicho esto, para un sensible de lo histórico, y un aficionado a la cuchara y a la música como es mi caso, Nueva Orleáns me ha gustado. Lo más pintoresco dicen que es su Bourbon St. (de Borbón), pero es lo que más me ha decepcionado. Me parece más vulgar que los peores tugurios del Benidorm británico. Su olor a cerveza lo captas enseguida y no te abandona hasta que dejas la calle. Caminar por el barrio francés o por el Garden District es una delicia. Sus edificios, sus casas y sus colores son originalísimos y no me extraña que hayan creado estilo arquitectónico. Su cocina es formidable, por fin he probado la Gumbo Soup, sopa criolla de origen africano y el Jambalaya. Mis recomendaciones en lo musical son dos Pubs, un irlandés con un cartel que dice “Dedicated to the preservation of Jazz”y el alemán Fritzel, y el Pelican Club como buen restaurante para cenar.