Hemos regresado de un viaje que hemos realizado por la Argentina con nuestras amigas Kathy y Marisa. Ellas volaron desde NY pasando por Washington y nosotros desde Miami vía Atlanta. El trayecto en sí fue una paliza de 2+10 horas en clase turista, más cuando uno se había malacostumbrado a los viajes de larga distancia en clase preferente. La llegada a Buenos Aires nos recibió con un graffiti que no dejó de levantarme una sonrisa y que decía algo así como “No llueve, nos están meando”, en referencia a su clase política. Buenos Aires debió ser una gran ciudad pero hoy trasluce un amargo sabor a decadencia. Visitamos sus barrios, recorrimos sus calles y saboreamos sus grandes restaurantes pero en resumen nos ha ligeramente decepcionado. Estuvimos en el famoso Café Tortoni que a punto está de cumplir 150 años. Aproveché para visitar a mi amigo José Ramos que hacía casi diez años que no lo veía, vimos tango en directo pero sigo sin levantarme la afición y lo que si me sorprendió de BAs son sus librerías tanto en el número como en la calidad.
Después de tres días por Buenos Aires, agarramos como dicen allí, un autobús con asientos reclinatorios hasta convertirse en camas que nos llevo a Mendoza tras recorrer 1150 Km. La región de los vinos nos pareció preciosa y muy tranquila con una prosperidad mayor que la que vimos en BAs y tanto las bodegas con los restaurantes son fantásticos. Especialmente nos gustó el restaurante de la bodega Andeluna ubicada en el Valle de Tupungato al pie de la cordillera de los Andes que cuenta con un excelente chef llamado Pablo y que hizo unos exquisitos platos con jarilla como principal especie en donde comí el tomate mejor preparado que he probado jamás. Pero el mejor restaurante del viaje fue 1884, con el que dicen mejor Chef de Argentina, Francis Mallman. Creo que por los 30-50$, que se pagan no hay lugar del mundo donde se pueda comer y beber igual de bien.
Tras el deleite gastronómico, y no sin algunos problemas, nos decidimos alquilar el único coche que quedaba disponible en Mendoza para llegar a San Carlos de Bariloche. Me habían dicho que trayecto era interesante pero lo que no me habían dicho era que ruta tomar. La que finalmente pillamos por la Pampa era la más rápida pero la más fea, casi con 1200 Km. de desierto donde en algunos casos la distancia entre gasolineras y pueblos distaban los 300. Las carreteras de Argentina para el tráfico que llevan no son malas y aprovechaba para conducir con velocidad aunque casi nos cuesta un disgusto cuando unas cabras se nos cruzaron por el camino. Pasamos una noche en Neuquem con el reproche de mis amigas por la calidad del hotel (que si esto no es un hotel que es un motel y que si tal y que si cual) y llegamos finalmente a Bariloche, que es muy bonito pero a mis juicio no supera los paisajes de Suiza. Dicen que cuando más impresionante es en su invierno. Allí visitamos el camino de los siete lagos, Villa la Angostura y el famoso hotel Llao-Llao entre otros.
El trayecto de Bariloche a Buenos Aires lo hicimos en avión. Como detalle final, hay que reconocer que los Argentinos son personas resignadas porque es raro encontrar hoy en el mundo aplausos al aterrizaje de un vuelo que salió con cinco horas de retraso.
